lunes, 19 de octubre de 2015

¿Será vida extraterrestre?





Si juzgamos nada más por su nombre, podría tratarse de una estrella más.Pero no hay nada en el comportamiento de KIC 8462852 que se asemeje al del resto de sus pares.

Esta estrella, detectada por un programa de ciencia ciudadana que ayuda a filtrar la información enviada por el telescopio espacial Kepler, tiene la extraña costumbre de disminuir la intensidad de su brillo a intervalos irregulares.

Para hacernos una idea de la singularidad de esta ocurrencia, baste señalar que de las cerca de 150.000 estrellas que vigila el telescopio, esta es la única que se comporta de este modo.

Detección por ausencia

La reducción temporal de la luminosidad se produce, por lo general, cuando un planeta pasa por delante de su estrella durante su recorrido orbital. Y es precisamente este cambio el que nos permite deducir la existencia de un planeta. La frecuencia de estas caídas –que son regulares– se corresponde con la duración de su órbita. Pero en el caso de la estrella en cuestión, los intervalos observados fueron completamente irregulares, tanto en frecuencia como en intensidad.

En 2009, por ejemplo, se registraron dos pequeñas caídas, además de una caída asimétrica de una semana en 2011, y una serie de varias caídas durante tres meses en 2013 (algunas de ellas del 20%).

En busca de una explicación plausible

Tabetha Boyajian, astrónoma de la Universidad de Yale, en Estados Unidos, institución que lanzó el programa de ciencia ciudadana Planet Hunters en 2010, publicó un estudio recientemente sobre las posibles causas. Pero cada una de ellas, dice la científica, tiene un punto débil. "Nos rascábamos la cabeza... Por cada idea que se nos ocurría, siempre había algo que argumentar en contra", explicó Boyajian.

En principio, Boyajian y su equipo descartaron que se tratase de una falla en el telescopio o en los procesadores de datos. También desestimaron que fuese una estrella joven, que aún está en el proceso de acumular masa, y por ello está rodeada de una nube de polvo y rocas que podrían explicar la irregularidad de su brillo.

El estudio concluye que la explicación más factible puede estar en un grupo de exocometas que se acercaron a la estrella y se rompieron a causa de la gravedad, dejando en el proceso enormes cantidades de polvo y gas.
Si los cometas se trasladan en una órbita que los hace pasar frente al planeta cada aproximadamente 700 días, sus fragmentos que se siguen desgranando podrían explicar la disminución irregular del brillo percibida por Kepler. La única manera de verificar esta teoría es con más información, pero desde que el telescopio dejó de funcionar correctamente en 2013, es más difícil obtener datos.

La hipótesis más sorprendente de todas

Mientras tanto, la investigación continúa en otra esfera. Intrigada por el hallazgo, Boyajian compartió los resultados de su estudio con Jason Wright, colega de la Universidad Estatal de Pensilvania e integrante de una organización que investiga exoplanetas y mundos habitables. Su opinión abre las puertas a otras posibilidades.

Según Wright, si ninguna de las razones antes mencionadas resulta convincente, ¿por qué no pensar en que el fenómeno podría ser causado por una serie de megaestructuras equipadas con paneles solares, construidas por extraterrestres?

Los científicos que creen en la existencia de vida inteligente -o al menos la posibilidad- de ella fuera de nuestro planeta, sostienen que una civilización alienígena de avanzada se caracterizaría muy probablemente por su capacidad de obtener la energía de su sol y no de la explotación de los recursos de su propio planeta. Tanto Boyajian como Wright advierten que esta hipótesis es muy pero muy remota y que se debe tomar con pinzas.

No obstante, creen que es una hipótesis válida, digna de ser investigada. Y para ello, ambos presentarán una propuesta para enfocar un masivo telescopio radial hacia la curiosa estrella. Si todo marcha viento en popa, las primeras observaciones ser harán en enero.



Fuente: http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/10/151015_kic8462852_estrella_rara_lp

martes, 13 de octubre de 2015

Nuestra nube de microbios nos hace únicos

Estamos estudiando en Ciencias de 2º de Eso el origen de la vida, las células procariotas y eucariotas, los seres microscópicos, etc...
Os dejamos un interesante artículo sobre los microorganismos que viven "encima" de nosotros, en nuestro cuerpo, de los cuales no somos casi conscientes durante nuestra vida, pero que están ahí...

INVESTIGADORES DE LA UNIVERSIDAD DE OREGÓN IDENTIFICAN POR PRIMERA VEZ SI UNA PERSONA HA ESTADO EN UNA HABITACIÓN SOLO POR LAS BACTERIAS QUE DEJA EN EL AIRE. EL SISTEMA SE PODRÍA UTILIZAR EN INVESTIGACIONES FORENSES.



Las bacterias que viven en nuestro organismo se han convertido en el principal objeto de estudio de miles de microbiólogos. Su número es superior al de nuestras propias células en varios órdenes de magnitud y su equilibrio podría ser clave para entender decenas de enfermedades o trastornos de nuestro organismo, pero también podrían ser nuestra huella más personal e intransferible. En los últimos años algunos científicos han explorado la posibilidad de identificar la presencia de una persona en un lugar solo por las bacterias que ha trasferido a los objetos a través del tacto, pero el equipo de James F. Meadow acaba de ir un poco más allá y acaba de certificar la existencia de una nube personal de microbios de cada individuo que deja un rastro en el aire de los lugares que visitamos.
En un trabajo presentado esta semana en la revista PeerJ, el equipo de Meadow detalla una serie de experimentos con 11 sujetos a los que hacían entrar en una habitación descontaminada y permanecer un rato sentados en su interior. A continuación, los científicos recogían muestras del aire de esa estancia y los comparaban con los de otra habitación idéntica pero que había permanecido vacía. Mediante este sistema, secuenciando los genes del microbioma flotante en el aire, los autores del trabajo fueron capaces de identificar si una persona concreta había estado en una habitación con hasta cuatro horas de margen desde que ésta se marchaba.

De esta forma, aseguran, han podido certificar por primera vez la existencia de una especie de nube personal de microbios que nos acompaña a todas partes y que va dejando nuestro rastro allá donde vamos. "Esperábamos ser capaces de detectar el microbioma humano en el aire que rodea a una persona", explica Meadow, "pero nos sorprendió comprobar que podíamos identificar a cualquiera de los ocupantes de una habitación solo tomando muestras de la nube de microbios".


Para completar el trabajo, los científicos incluyeron en la nube personal de cada sujeto grupos de bacterias conocidos y fácilmente identificables, como Streptococcus, que se encuentra en la boca, y Propionibacterium y Corynebacterium, que habitan la piel. Lo interesante es que aunque todos tenemos más o menos las mismas especies de bacterias, es la proporción entre ellas lo que hace identificable a cada individuo. "Nuestros resultados confirman que un espacio ocupado es microbianamente distinto de una vacío", añade Meadow, "y demostramos por primera vez que los individuos dejan su propia nube personalizada de microbios".

El trabajo no solo tiene implicaciones en medicina forense, pues quizá podría emplearse como prueba de la presencia de una persona en el lugar del crimen, sino que permitirá entender mejor el mecanismo por el que transmitimos enfermedades a otros y quizá sirva para tomar medidas preventivas en edificios donde trabajan muchos empleados.